¿Alguna vez alguien te enseñó algo sobre cómo relacionarte de forma efectiva con el dinero? ¿Alguien con sabiduría y experiencia te aconsejó sobre cómo invertir tu dinero? ¿Algún profesor en la escuela te dio unas clases de educación financiera básica? ¿Algún familiar se sentó a explicarte las bases de unas finanzas personales equilibradas?
La mayoría de respuestas -y da igual del país donde me lean- suelen ser las mismas: no, no, no y no. Y es realmente curioso que no nos enseñen a gestionar una ‘herramienta’ como el dinero, algo con lo que todos los adultos del planeta se relacionan a diario.
¿Qué es la inteligencia financiera?
Hace unos años leyendo a diferentes autores me topé con este concepto de inteligencia financiera. De entrada, tuve muchos prejuicios. Pensaba que se trataba de algo complejo, con lenguaje inentendible y de conceptos grandilocuente. Pero estaba equivocado.
Por definición, podría decir que la inteligencia financiera es nuestra capacidad de resolver problemas de dinero. Pero creo que es mejor hacerle caso a un experto en la materia como Robert Kiyosaki, autor del best seller “Padre Rico, Padre Pobre”. Él explica que según su punto de vista la “Inteligencia financiera es simplemente tener más opciones”.
Educación financiera
Cuando uno va adquiriendo inteligencia financiera quiere decir que está empezando a ejercitar el músculo de la educación financiera. Esto significa comenzar a entender cómo gastas tu dinero, cuántas diversas formas de ingresar dinero existen, qué es realmente el endeudamiento, cómo funciona la rentabilidad, para qué sirve el apalancamiento, qué es el ‘cash flow’ y otros conceptos básicos y fundamentales para poder empezar a danzar en este ámbito con confianza.
¿Para qué sirve la educación financiera?
Formarte sobre cómo funciona el dinero sirve, entre otras cosas, para poder tener más orden en las finanzas personales, para poder lograr una mayor seguridad personal y familiar, para tomar decisiones con más sabiduría y para poder empezar a vivir la vida que realmente te gustaría.
Como resumen, siento que la inteligencia financiera es la hermana gemela de la educación financiera. Y ambas se entrenan, se buscan, se aprenden, se enseñan, se experimentan y se van ejercitando como un músculo. Es cuestión de regularidad, de llevarlas a la acción, de acertar, de fallar y de a poco ir ganando experiencia y sabiduría.
Mi vida me va mejor desde que tengo un ‘coeficiente intelectual del dinero’ más elevado. Ya no me dejo engañar tan fácilmente como lo hacía antes y me empecé a contar verdad sobre el dinero y sobre mi situación. Desde que dejé de ser un ignorante sobre el dinero, he podido construir un plan a corto, medio y largo plazo para llevar a cabo. Yo aplico una norma: empiezo en pequeño pero sueño en grande.