Debo haber escuchado más de 1000 veces dos frases que se repiten muchísimo en amigos y conocidos. La primera es: “tengo una idea revolucionaria”. La otra sucede cuando, por ejemplo, ven un negocio como Netflix al que le está yendo bien y se lamentan diciendo: “yo tuve esa idea de negocio. Si la hubiera llevado a cabo, ahora sería millonario…”.
Cuando escucho esto me entra la risa fácil. No deja de sorprenderme que haya personas que se crean esas frases que están verbalizando. Una cosa es tener la idea de Netflix y otra bien distinta es llevarla a cabo, plasmarla, ejecutarla y hacerla funcionar. Lo que importa es lo que haces, no la idea que tengas.
El gran reto: pasar a la acción
Muchísimas personas tienen ideas maravillosas, revolucionarias y empresariales que van a triunfar. Pero seamos honestos, hasta que no se pongan en marcha esas ideas brillantes son solo eso: simples ideas. Y en el mundo actual abundan.
Si te soy sincero, yo antes era de ‘boquear’ mucho, de hablar y fanfarronear de todo lo que tenía en mente y supuestamente iba a hacer. Pero luego me pinchaba como un globo. Con el paso de los años me fui dando cuenta que a mis palabras se las llevaba el viento, que no significaban absolutamente nada. Lo que realmente es importante y lo que demuestra la verdad son las acciones.
Esas acciones sostenidas en el tiempo generan resultados. Y es en este momento cuando se empiezan a ver transformaciones satisfactorias que fortalecen tu confianza e indican el camino de tu propósito.
Una idea desde el sofá es puro humo
Pensar y fantasear desde el sofá con una cerveza en mano no es tarea tan complicada. Las ideas son baratas y hay millones. Lo realmente revolucionario es materializar eso que deseas. Las ideas sin acción no tienen valor, ya que, al final, somos lo que hacemos.