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Viajar para crecer

abril 3, 2020

Viajar para crecer
Nací en Buenos Aires en 1986.
Hasta los 16 años me crié en Argentina.
A los 16 me mudé a Barcelona.
A los 22 me fui a vivir a Bali, Indonesia.
A los 30 emigré a Costa Rica.
A los 32 volví a Barcelona y es en esta preciosa ciudad catalana donde resido actualmente.

 

Movido por una razón u otra, siempre estuve de acá para allá. Y tras varios años de experiencia viajando y conociendo todo tipo de personas alrededor del mundo tengo la certeza de que aquellas que viajan, se mueven, viven otras culturas, están lejos de sus seres queridos y en ocasiones experimentan ese vacío interior por estar a tantos kilómetros de su casa, tienen una mayor predisposición y facilidad para el cambio.

Generalmente, este tipo de personas son capaces de valorar honestamente la familia, las ciudades, los pequeños detalles, los gestos cotidianos, la calidad de vida de un lugar o el simple hecho de vivir donde uno siente que tiene que hacerlo.

 

Salir de tu burbuja

Esto no quiere decir que quien no se haya movido no lo pueda experimentar, ni mucho menos. Pero si una persona siempre está en el mismo lugar, con la misma gente, haciendo cada día, semana o año exactamente lo mismo, cayendo en la inercia, es más difícil que abra la mente, expanda el alma y se de cuenta de todo lo que uno se termina dando cuenta cuando sale de su burbuja.

Es simple: el mero hecho de empezar a comparar cosas diferentes a las que uno siempre vio, hizo, usó, experimentó o gente con la que se relacionó, hace que uno tienda a valorar más, a agradecer lo que es verdaderamente importante, a reflexionar de forma más honesta y a tomar decisiones más sabias.

Insisto, conozco un montón de personas que sin viajar lo han logrado, pero creo que el moverse es un acelerador de esta toma de consciencia y que es un denominador común entre los verdaderos viajeros el hecho de tener una consciencia más expandida.

 

Barcelona, mi zona

Hoy mi vida está asentada en Barcelona, una ciudad que tiene un espíritu totalmente acorde al mío. Vibramos igual. Siento que la ciudad ama que yo esté aquí y yo la amo a ella.

Volví porque me lo pedía el alma, era un llamado interno más fuerte que cualquier otra fuerza que conozco en el Universo.

Fue por ese motivo que, junto a Annie, mi pareja, movimos toda nuestra estructura personal y profesional de vida de Costa Rica para volver al lugar que amo.

 

Días oscuros

En Centroamérica pasé tantos días malos, peleado conmigo mismo y con los demás que veía todo negro. Sentía una enorme desolación y una profunda sensación de que mi día a día no tenía sentido alguno. Estaba perdido, apagado y con el alma tiritando.

Vivía de lujo en el ámbito material (casa enorme con jardín, vivía dentro de un barrio privado, seguridad privada, coche 4×4, empresa propia, viajando constantemente…), pero no tenía un propósito claro. Mi día a día estaba en punto muerto y mi alma no se estaba expandiendo, sino al contrario: se estaba achicando.

Son innumerables las veces que experimenté ese vacío en el pecho tan característico cuando estás viviendo una vida que no es acorde a la que tu alma te pide.

 

Conectando los puntos

Pero hoy, viendo en perspectiva y con una mayor sabiduría puedo decir con una plena satisfacción que todo eso que experimenté me llevó a una radical transformación a la hora de ver, sentir y exprimir con mejor actitud mi paso por este planeta.

Mi vida cambió radicalmente cuando frené y tuve la honestidad y valentía de reflexionar y contestar preguntas básicas. ¿Estoy bien donde estoy? ¿Me gusta mi día a día? ¿Estoy en la ciudad que quiero? ¿Siento una conexión con mi entorno? ¿Estoy a gusto caminando por las calles donde vivo? ¿Soy feliz aquí y ahora haciendo lo que hago?

Con este simple ejercicio me di cuenta de que era imposible estar bien cuando todas las respuestas a esas sencillas preguntas eran todas negativas.

Ahí también comprendí que hay muchas cosas o situaciones que no son fáciles en esta vida, pero sí que la gran mayoría (por no decir todas) son mucho más simples de lo que creemos. Insisto: simples, que no fácil.

Una vez más la vida, mi cuerpo, mi corazón, mi alma… todos me estaban hablando hacía meses pero yo no escuchaba con atención.

Si hoy echo la vista hacia atrás me doy cuenta de que si uno quiere ser feliz, hacerle el amor al alma y estar en paz con uno mismo es fundamental detenerse para tenerse.

Y como dijo Mark Twain:

“Viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente”.

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